[Frente al Statu Quo. Publicado el 20 de mayo en Diario Libre.]
China está ejecutando un nuevo ataque a la economía global. Ese
movimiento complementa sus prácticas desleales de comercio que ha aplicado
desde la primera década del presente siglo y que han perjudicado a sus socios
comerciales, destruyendo empleos y bienestar tanto en las economías avanzadas
como en los países en desarrollo. En esta coyuntura, además del comercio
desleal, el gobierno del presidente Xi Jinping, en coordinación estratégica con
la Rusia de Vladimir Putin, está adoptando medidas financieras que podrían
repercutir negativamente sobre la estabilidad económica mundial.
La desaceleración de la demanda interna en China ha llevado a su
gobierno a intensificar medidas de dumping para promover las exportaciones. Ese
tipo de práctica comercial consiste en vender mercancías en el país importador
a precios inferiores al costo de producción o por debajo del valor normal en el
país de origen. Con esa práctica desleal de comercio se busca desplazar a la
rama de producción del país importador, provocando la pérdida de mercado, la
disminución de la rentabilidad y un aumento de la probabilidad de quiebra.
En Estados Unidos, la Administración del presidente Joe Biden ha
decidido enfrentar esa política comercial mediante un significativo incremento de
las tasas arancelarias “para proteger a los trabajadores y empresas
estadounidenses de las prácticas comerciales desleales de China.”
Específicamente, el gobierno de Biden, a través de la Oficina del
Representante Comercial (USTR, por sus siglas en inglés), ordenó el incremento
de los aranceles bajo la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974 a productos
importados de origen chino. Esas importaciones representan un conjunto de
productos relacionados con energía limpia, como vehículos eléctricos, paneles
solares, baterías, así como minerales críticos como el acero y el aluminio. Esos
bienes están vinculados con actividades económicas consideradas como vitales
para el futuro económico y la seguridad nacional de Estados Unidos.
De acuerdo con un comunicado de la Casa Blanca, la tarifa arancelaria
sobre el acero y el aluminio se incrementará de 0%-7.5% a 25% en 2024. El
arancel que afecta a los semiconductores pasará de 25% a 50% en 2025. La tarifa
arancelaria de las baterías y sus componentes se incrementará de 7.5% a 25% en
2024. Y el arancel sobre los paneles solares se elevará de 25% a 50% en 2024.
En el caso de los vehículos eléctricos chinos se propone elevar el
arancel de 25% a 100% en este año. El objetivo es proteger a la industria de
vehículos eléctricos estadounidense, algo que cobra una gran importancia si se
tiene en cuenta que Tesla ha ido perdiendo participación de mercado no solo en
Estados Unidos sino a nivel mundial. Por su parte, los europeos están
investigando los subsidios estatales que otorga China a la industria de ese
tipo de vehículos y, en función del resultado, es muy probable que también se
adopten medidas para proteger su mercado.
Dado que Estados Unidos y Europa constituyen los principales mercados a
nivel global, el establecimiento de medidas arancelarias contra el dumping de
china provocará que ese gigante asiático redireccione su producción excedente
hacia otras naciones. Latinoamérica es un mercado muy atractivo, pues tiene una
industria inexistente o menos competitiva que la estadounidense o la europea,
al tener una menor escala de producción y un proceso de innovación
considerablemente más lento.
La República Dominicana, que ha sido víctima del dumping chino, debe
estar preparada para nuevas olas de importaciones a precios subsidiados. Pienso
que la Comisión de Defensa Comercial, que ha realizado un trabajo
extraordinario investigando y enfrentando oportunamente los casos de dumping
que han afectado el país, seguirá siendo la clave fundamental para evitar que
ese tipo de práctica comercial desleal destruya la industria nacional.
Hay que destacar que en esta ocasión el ataque chino no solo se limita al
área comercial, sino que incluye aspectos monetarios y financieros. China y
Rusia han estado colaborando para reducir el uso del dólar en las transacciones
comerciales y financieras. Según Sergei Lavrov, ministro de Exteriores ruso,
ambos países han reducido el uso del dólar en su comercio internacional,
realizándose más del 90% de las transacciones en sus propias monedas. El
objetivo de esa estrategia es disminuir la demanda de dólares y, dada la oferta
total de esa moneda de reserva, provocar una pérdida de su valor en los
mercados internacionales. Esa posible depreciación del dólar aumentaría los
precios de bienes básicos denominados en esa moneda, como alimentos y petróleo,
elevando la inflación global.
De acuerdo con expertos internacionales, un siguiente paso del gobierno
de Xi Jinping es la reducción de su tenencia de bonos del Tesoro de los Estados
Unidos. La venta de esos instrumentos financieros actualmente en posesión de
China provocaría una reducción de su precio y un aumento de su tasa de
rendimiento. En vista de que esos títulos financieros sirven de referencia en
los mercados financieros globales, se produciría un incremento de la tasa de
rendimiento de los bonos soberanos de la mayoría de los países, impactando
negativamente sobre la sostenibilidad de la deuda pública. Ese resultado deterioraría
la estabilidad macroeconómica en el mundo.
Claro está, no todo sería color de rosa para los chinos y los rusos. Después
de la invasión de Rusia a Ucrania y del establecimiento de las sanciones de los
países occidentales aliados a Ucrania, los rusos han estado aumentando la
participación del yuan en sus reservas internacionales. Dado que el rublo y el
yuan tienen mayor volatilidad que el dólar, es muy probable que la colaboración
entre ambos países, que busca reducir la importancia de la moneda
estadounidense, genere mayor incertidumbre en los precios de bienes y
servicios, así como de sus instrumentos financieros denominados en sus
respectivas monedas, desembocando en inestabilidad macroeconómica, evento que
sería perjudicial para su población.
Así las cosas, se puede prever que la ampliación de esta nueva invasión
o perturbación china será perjudicial para todos. Y cuando se deterioran las
condiciones económicas internas de países poderosos, se colocan sobre la mesa
otras opciones militares y de política económica totalmente incompatibles con el
bienestar de la gente y la paz mundial.
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