En medio de la crisis de la deuda soberana de los países
desarrollados, alrededor del año 2010, pronostiqué que los especuladores atacarían
posteriormente a los grandes países emergentes.
La crisis fiscal en Grecia, Irlanda, Portugal y España
provocó la venta masiva de los títulos de deuda soberana, encareciendo
sustancialmente el costo de su financiamiento. Esa crisis obligó al Fondo
Monetario Internacional y a la Unión Europea a montar planes de rescate. A
cambio de esa ayuda los países fueron sometidos a fuertes programas de
austeridad, que redujeron el déficit fiscal y elevaron la confianza de los
inversionistas en la deuda soberana europea.
Los miles de millones de dólares que llegaron a las
economías emergentes provocaron la sobrevaloración de sus monedas e índices
bursátiles, ampliaron los déficits de cuenta corriente y fiscal y desaceleraron
el crecimiento económico a partir de 2012. Esto llamó la atención de los especuladores.
A mediados de 2013, ante el anuncio de que la Reserva
Federal comenzaría a desmontar su programa de estímulo monetario, los capitales
comenzaron a salir de los países en desarrollo, desplomándose el precio de sus
acciones.
Ante ese ataque especulativo es recomendable que las
economías emergentes, grandes y pequeñas, adopten políticas macroeconómicas que
reduzcan el déficit fiscal, mejoren la sostenibilidad de la deuda pública y
reduzcan el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Así
mejorarán sus fundamentos macroeconómicos, lo cual evitará una reducción de la
calificación crediticia y mantendrá lejos a los especuladores.