[Escrito el 22 de diciembre de 2021]
La variante del covid-19 denominada Ómicron es muy contagiosa, pero
menos mortal que las demás variantes, entre ellas la Delta. Con esa información
se puede diseñar una estrategia óptima para enfrentarla, que tenga como
objetivo minimizar la cantidad de fallecidos por esa variante sin que esto
provoque el colapso de las actividades económicas.
Los países más avanzados, tengan o no la presencia de la Ómicron, han
decidido reducir la probabilidad de contagio. Israel, Japón y Singapur, entre
otros, levantaron barreras a la entrada de personas a sus territorios. Otros
países, como el Reino Unido, Alemania y Francia, han reducido las actividades
que implican un intenso contacto social, acentuando simultáneamente el uso obligatorio
de las mascarillas en interiores.
Aun cuando se ha dado a conocer que la variante Ómicron tiene una gran
capacidad de burlar la protección inmunológica que brinda la vacuna, o por haber
sido contagiado previamente, se ha comenzado a promover la aplicación de la
cuarta dosis de la vacuna contra el covid-19. Israel, siempre a la vanguardia,
ha decidido ofrecer esa cuarta dosis a la población con edad superior a los 60
años y a los trabajadores del sector salud.
Esto cobra una gran importancia, pues hoy se difundieron los resultados
de un estudio que demuestra que la variante Ómicron tiene una menor
probabilidad de enviar a un infectado al hospital. Investigadores de Sudáfrica
han estimado que el riesgo de hospitalización con la Ómicron es 70% a 80% menor
que el riesgo asociado a la variante Delta. Debe destacarse que la probabilidad
de mortalidad es menor para los vacunados o aquellos que han sido infectados
previamente, por eso es imprescindible que toda la población meta se vacune y
se coloque también la dosis de refuerzo lo antes posible.
Los datos anteriores sugieren que, dada la elevada transmisibilidad de
la Ómicron, la estrategia óptima para enfrentarla incluye combinar el uso de
mascarillas con el mantenimiento de un prudente distanciamiento social, y
completar el proceso de vacunación de toda la población meta, incluyendo la
dosis de refuerzo. Esa estrategia reduciría el ritmo de contagio, mantendría
muy baja la cantidad de hospitalizados y minimizaría la mortalidad de la
variante Ómicron. Si se logra su implementación oportuna, el impacto económico
de esa variante del covid-19 sería también el mínimo posible.
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