[Escrito el 7 de julio de 2015]
Las
primeras reacciones al resultado del referéndum griego han sido negativas.
Los
principales índices bursátiles reaccionaron a la baja en Asia, Europa y en las
Américas. El nerviosismo se apoderó de los inversionistas quienes piensan que
la decisión griega atenta contra la sostenibilidad del euro. El aumento del
riesgo reduce el valor presente del flujo de efectivo de los diversos
instrumentos financieros, lo cual provoca una reducción de sus precios. Y ante
esa eventualidad los mercados bursátiles caen, al igual que lo hizo el precio
del petróleo.
La reacción
de Berlín y París ha sido la de mantener las puertas abiertas a Grecia, pero
esperan una propuesta que sea creíble y sostenible. Esto significa que no se le
aceptará a Alexis Tsipras una propuesta
que implique nuevos desembolsos a Atenas, a menos que se adopten medidas que
mejoren la postura fiscal de Grecia.
El
corralito bancario sigue. Y el Banco Central mantiene una distancia prudente
del gobierno de Tsipras. El techo de préstamos para los bancos sigue inalterado,
pero si no hay un acuerdo con los acreedores pienso que no habría mayores euros
para Grecia. Esto obligaría al gobierno a emitir nuevamente el dracma, lo cual
implica devaluación e inflación.
Para
facilitar la negociación con los acreedores, Yanis Varoufakis decidió renunciar.
Ese es un paso de avance, pues el pasado Ministro de Finanzas no gozaba de la
confianza de la Troika. Ya se verá si su salida y la llegada de Euclides
Tsakalotos facilita o no la negociación que podría ayudar a Grecia a salir de su
crisis.
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