(Frente al Statu Quo. Publicado en Diario Libre el 1 de julio de 2024 )
Las pensiones constituyen el flujo de ingresos que espera recibir una
persona cuando termina su vida laboral, por lo general, a los 65 años. Para
tener derecho a recibir ese flujo de ingresos el trabajador debe aportar
recursos, sea a una caja común manejada por el Estado o a una cuenta individual
propiedad del trabajador.
La caja común es el sistema de pensiones de reparto. En ese esquema los
trabajadores jóvenes aportan recursos para que los trabajadores en edad adulta
ya retirados puedan recibir una pensión. El objetivo general de ese sistema es el
otorgamiento de pensiones con una elevada tasa de reemplazo, al mismo tiempo
que se asegure la sostenibilidad financiera y se logre la justicia
intergeneracional. Lamentablemente, el tiempo ha demostrado lo difícil que es alcanzar
esas tres metas.
Un análisis actuarial riguroso de los sistemas de reparto, a nivel
global, lleva a concluir que están quebrados. El valor presente de las
obligaciones del sistema, es decir, las pensiones que deberán pagarse a lo
largo del tiempo, es superior al valor presente del flujo de las recaudaciones.
Ese resultado se traduce en la necesidad de que los gobiernos tengan que
realizar aportes adicionales para evitar el colapso. Hay gobiernos, como el
español, que el gasto público por concepto del sistema de pensiones se coloca
casi en 14% del PIB, y se prevé que en los próximos veinte años ese déficit
suba dos puntos más.
Por otro lado, el sistema de capitalización individual consiste en una
pensión financiada con los recursos que el mismo trabajador ahorró durante su
vida laboral activa. Ese modelo es financieramente sostenible, pero el monto de
las pensiones está estrictamente en función de lo que cada persona haya
acumulado en su cuenta individual.
Si se desea obtener una tasa de reemplazo elevada, sea en el sistema de
reparto o en el de capitalización, el trabajador debe enfrentar tasas de
cotización o aportes muy altas. En Italia se tiene una tasa de reemplazo de 77%
y la tasa de cotización es 33%; Francia, 59% de tasa de reemplazo y 27.5% de
tasa de cotización; Austria, 59% y 22.8%; Suecia, 56% y 21.7%; Holanda, 52% y
25.6%; y Alemania, 47% y 18.6%; entre otros. La ventaja del sistema de
capitalización individual sobre el de reparto es que el ahorro previsional se
invierte eficientemente en el mercado de capitales, generando un retorno que se
va acumulando exponencialmente en la cuenta de cada persona.
En el caso de la República Dominicana, el aporte combinado del
trabajador y del empleador a la cuenta de ahorro previsional es inferior al 10%
del salario mensual. Es obvio que esa tasa de aporte o cotización no es
suficiente para que después de 30 años de contribuciones se pueda obtener un
salario equivalente a un 100% del último salario. En base a diversos supuestos
de años cotizados, tasa de rentabilidad nominal y real y variación del salario
real, la Superintendencia de Pensiones estima una tasa de reemplazo promedio para
el sistema de pensiones dominicano en el entorno del 37%. ¿Están dispuestos los trabajadores y
empleadores a elevar la tasa de cotización a un 20% o en su defecto retirarse a
una mayor edad para recibir una tasa de reemplazo mayor? Si la respuesta es
negativa, siga leyendo.
Para incrementar el nivel de las pensiones sin que sea necesario un
aumento de la tasa de cotización, Robert Merton, profesor de finanzas del
Instituto Tecnológico de Massachusetts y Premio Nobel de Economía, recomienda
el uso de las hipotecas en reverso (Reverse
Mortgage). Esa estrategia consiste en utilizar la vivienda, que por lo
general es el principal activo que adquiere una persona durante su vida
productiva, para obtener un flujo de ingresos mensuales que complementaría la
pensión.
Hay que destacar que esa vivienda se adquiere mediante un préstamo que
toma la persona durante su juventud, el cual va amortizando a lo largo de un
período de 20 o más años. Esto significa que esos pagos equivalen a un ahorro
que realiza el trabajador durante gran parte de su vida laboral productiva y
que se acumula en forma de la vivienda que estará utilizando hasta que fallezca.
El contrato de hipoteca en reverso le permitiría al propietario de la
vivienda cuando llegue a la edad de retiro recibir pagos mensuales de una
entidad financiera a cambio de cederle la propiedad de la vivienda después de
su fallecimiento. Esos ingresos mensuales provenientes de la hipoteca en
reverso se añadirían a los que recibirá del sistema de pensiones, aumentando
así la posibilidad de mantener un nivel de gastos similar al que tenía cuando
participaba activamente en el mercado laboral. El monto de ingresos que
obtendrá en el futuro bajo el esquema de hipoteca en reverso evitaría que el
trabajador tenga que cambiar su patrón de consumo en el presente; es decir, el
trabajador no tendrá que aumentar la tasa de ahorro o de cotización al sistema
de pensiones para mejorar los ingresos futuros.
Es preciso señalar que con esas hipotecas en reverso los hijos no
heredarían la vivienda de los padres, pues éstos habrían cedido la propiedad a
cambio de recibir un flujo de ingresos mientras vida tengan. No obstante, en
caso de que algún hijo tuviese una atadura sentimental a la vivienda de los
padres porque le recuerda su niñez, tendría dos opciones. La primera que en el
contrato de hipoteca en reverso se incluya una cláusula que permita comprarle
la casa a la entidad financiera a precio de mercado o, por lo menos, a un valor
igual a los pagos realizados a los padres incluyendo intereses. La segunda
opción es que el hijo o descendiente que desee retener la casa firme un
contrato de hipoteca en reverso con sus padres y le pague desde el primer día
de su retiro laboral una mensualidad que le complemente su pensión. Ese
contrato estipularía que cuando fallezcan los padres queda convenido que la
vivienda pasará a ser propiedad de la persona que realizó los aportes. En todo
caso, la hipoteca en reverso mejoraría las condiciones de vida de los
pensionados.
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