[Escrito el 22 de noviembre de 2023]
Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo, declaró al
Financial Times que los riesgos para la estabilidad financiera siguen siendo
elevados debido al menor ritmo de crecimiento económico, la desaceleración del
mercado inmobiliario, el endurecimiento de las condiciones de los préstamos y el
aumento de los préstamos impagos.
Las autoridades monetarias europeas le están dando mucho seguimiento a
las condiciones de los bancos, pues no quieren sorpresas cómo las creadas por
las quiebras de varios bancos regionales en Estados Unidos -Silicon Valley
Bank, Signature Bank y First Republic- y por el espectacular colapso del Credit
Suisse, el segundo banco más grande de Suiza.
De la quiebra de esos bancos se desprende que es imprescindible mantener
la confianza de los depositantes en esas entidades. Una adecuada política
macroprudencial y una buena credibilidad en el trabajo de las autoridades
monetarias -incluyendo al supervisor bancario- son elementos clave para que los
agentes económicos mantengan la confianza en las instituciones de
intermediación financiera.
La estabilidad del valor de los activos de los bancos -como bonos
corporativos o soberanos- y un nivel de patrimonio consistente con los
resultados de las pruebas de estrés, que se realizan asumiendo que el banco es
impactado por choques económicos, políticos o medioambientales de magnitud
extraordinaria, ayuda a que los depositantes sientan que sus recursos están
bien respaldados. La confianza de los depositantes reduce significativamente la
probabilidad de una corrida bancaria, lo cual evita que un banco se desplome
por una hemorragia de liquidez.
Una de las preocupaciones del Banco Central Europeo es el impacto que
tendrá sobre la rentabilidad de la banca un período prolongado de altas tasas
de interés. La política monetaria restrictiva, que se requiere para reducir la inflación
y llevarla a la meta del 2%, deteriorará la calidad de la cartera de préstamos
de la banca al elevar su morosidad e incumplimientos. Ese deterioro, que se ha
estado registrando desde mediados de 2022, obliga a las entidades financieras a
incrementar sus provisiones, traduciéndose en una reducción de su nivel de
rentabilidad. Para evitar que ese ese evento repercuta excesivamente sobre la
banca se deben adoptar medidas que permitan reducir sus costos y mejorar la
eficiencia en el proceso de intermediación financiera.
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