[Escrito el 11 de mayo de 2016]
Venezuela
es un ejemplo del terrible costo que se desprende de una mala política
económica.
Un déficit
fiscal elevado tiende a colocar las finanzas públicas en una senda de
insostenibilidad. No se puede gastar más de lo que se recibe de ingresos de
manera permanente. En algún momento hay que tener un superávit que permita
pagar la deuda que se ha ido acumulando.
Venezuela
aumentó sus gastos excesivamente durante la época de las vacas gordas,
originadas por el aumento del precio del petróleo. Ahora, que los precios de su
principal producto de exportación han descendido, los ingresos tributarios se
han desplomado, generándose un déficit público equivalente a un 14.4% del PIB.
El Banco
Central de Venezuela ha estado financiando ese déficit con emisiones de dinero
sin respaldo en divisas. Esa política monetaria, unida a una irracional
política de control de precios, ha desembocado en una tasa de inflación de un
181% y en la contracción del producto interno bruto de un 7%, deteriorándose
significativamente las condiciones de vida de los venezolanos.
Las
noticias sobre lo que sucede en la sociedad venezolana son desgarradoras. La escasez
de alimentos y medicamentos, producto de la absurda política de control de precios,
ha creado un mercado negro para todos los productos que no se encuentran en las
estanterías del comercio venezolano. En consecuencia, el 87% de personas
encuestadas en Caracas afirma que no tiene suficiente ingreso para adquirir alimentos
a precios verdaderamente exorbitantes. Una situación muy penosa.
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