Al Fondo Monetario Internacional se le criticaba en los años
ochenta y noventa por sus recetas de política económica. En ese entonces se
señalaba que el FMI recomendaba a todos los países la reducción del gasto
público, el aumento de los impuestos, la devaluación del tipo de cambio, la privatización
de las empresas públicas y la contracción del crédito doméstico neto, entre
otras medidas.
La realidad actual es diferente. Al analizar las recomendaciones
del Fondo se puede concluir que las recetas dependen de la situación económica
de cada país.
En el caso de Alemania, el organismo internacional le
recomienda la adopción de medidas que estimulen más su demanda interna y que
reduzcan su superávit de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Justo lo
contrario que le recomendó por muchos años a los países latinoamericanos y, más
recientemente, a España.
Alemania necesita gastar más para que sus importaciones
aumenten y facilitar de esa manera la recuperación del resto de Europa. Por eso
el Fondo invita a los alemanes a que incrementen la inversión pública, en
particular en infraestructura de transporte.
Con relación al salario mínimo, que será de 8.5 euros por
hora, el FMI lo apoya pero advierte que
podría tener un impacto negativo sobre el empleo en las regiones del
este, caracterizadas por una mano de obra con menor productividad.
Con esa receta se espera que el PIB alemán se expanda este
año en 1.9%; es decir, casi cuatro veces el crecimiento registrado en el año
2013.
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