La República Dominicana es azotada periódicamente por
poderosos huracanes y tormentas.
El costo de esos fenómenos naturales es enorme. Además de
las pérdidas de vidas humanas, los huracanes destruyen explotaciones
agropecuarias y deterioran
infraestructuras –como las instalaciones eléctricas, hoteles y fábricas-
indispensables para la generación de ingresos.
Sus efectos negativos también provocan pérdida de riqueza. Los ricos pierden el techo
de sus villas. Los pobres toda su vivienda y enseres del hogar.
La Comisión Económica para América Latina estimó en 2,553 millones de dólares las pérdidas
económicas provocadas por el huracán Georges y en 2,175 millones de dólares el
costo de David y Federico, cifras expresadas en dólares de 2004.
La reacción gubernamental ante esos desastres combina un
incremento del gasto público, tanto de capital como corriente, con una política
monetaria expansiva.
Recuerdo las acciones tomadas en 1998 ante el paso del
huracán Georges. Danilo Medina, en el Palacio Nacional, coordinó las acciones
tomadas por la Presidencia de la República. Héctor Valdez, en el Banco Central,
mantuvo un control firme de la economía y
puso en marcha un amplio programa de créditos para el sector público y privado para
facilitar la reconstrucción del país. Y Radhamés Segura, en la Corporación
Dominicana de Electricidad, levantó el sistema eléctrico nacional en un tiempo
record.
Ese año 1998, a pesar de Georges, el PIB creció un 7.3% y la
tasa de inflación fue de un 7.8%. Una muestra de que ni siquiera los huracanes
pueden doblegar la voluntad del pueblo dominicano,
en especial cuando se decide trabajar por el bien del país.
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