[Escrito el 9 de diciembre de 2015]
Existe
amplia evidencia empírica que demuestra que la inestabilidad política afecta
negativamente el desempeño económico. Las confrontaciones entre políticos
producen incertidumbre que reduce el nivel de inversión y el crecimiento
económico. A pesar de saber esa realidad, una simple lectura de hechos
recientes en las Américas revela que los políticos se comportan de una forma
que impide el buen comportamiento de la economía.
En
Argentina se dice que la presidenta Fernández de Kirchner no entregará la banda y el bastón
presidencial al presidente electo Macri. Ante la ruptura de las negociaciones
entre los dos bandos, se afirma que Macri será declarado como presidente en
ejercicio desde primera hora de mañana jueves, para tomar control de la
ceremonia de traspaso de mando. Mientras esto sucede la economía argentina se
hunde, en medio de un mar de inflación, retraso cambiario y desaceleración
económica.
En
Venezuela, el presidente Maduro, ante su aplastante derrota electoral, pidió la
renuncia de su gabinete y declaró que vetará la ley de amnistía que desea
aprobar la oposición. Este es sólo el inicio de una guerra del Ejecutivo contra
el Congreso. La reacción de los agentes económicos será reducir, todavía más,
la inversión y la producción, perjudicándose el consumidor.
En Brasil,
la presidenta Rousseff está al borde de ser sometida a un juicio político,
debido a su cercanía a los casos de corrupción que arropan a su gobierno. Al
mismo tiempo, el vicepresidente Temer acaba de declarar que se siente
inconforme con la administración de Rousseff. Y mientras eso sucede, la
economía brasileña transita por un proceso de estanflación económica.
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