Hace unos días me llamó un ingeniero amigo para decirme que
en los últimos años la corrupción ha cambiado en este país.
En el pasado la corrupción consistía en una comisión de un
10% o un 20% que se le entregaba a un funcionario para que le asignara una obra
a un empresario o que le “sacara” un cheque de pago. Ahora la corrupción
consiste en la creación de una empresa competidora, que fundamenta su capacidad
competitiva en el flujo de efectivo que intenta lavar con operaciones de
construcción o de oferta de bienes y servicios.
El problema para el sector privado se agrava porque ese
competidor corrupto aplica una estrategia de precio depredador, con el objetivo
de sacar del mercado a las empresas privadas, y así aumentar su tamaño y
posición dominante. Cabe recordar que esa estrategia comercial consiste en
establecer precios por debajo de los costos y llevar a la quiebra a los
competidores. Dado que el flujo de efectivo que reciben las empresas
depredadoras emana de la corrupción pueden aplicar los precios predatorios por
un largo período, al mismo tiempo que blanquean el capital corrupto.
Ese tipo de corrupción es peor que la de ataño, que sólo
implicaba el pago de un porcentaje. La nueva corrupción es una distorsión de
los mercados, lo cual destruye la riqueza del sector privado y reduce el bienestar de la sociedad.
Muy preocupante, pero la realidad favorece ese tipo de corruptela.
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