La población se beneficia cuando mejora la calidad del gasto
público. Hay tres herramientas que se utilizan para alcanzar ese objetivo.
La primera es la evaluación de impacto. Esta consiste en la
determinación de cuál es el aporte que tiene un determinado gasto –sea
corriente o de capital- sobre el bienestar de la población. Tómese el caso del
desayuno escolar y compare las condiciones de nutrición de un niño que recibe
ese desayuno con uno que no lo recibe. Este último sería parte del grupo de control
y el primero del grupo de tratamiento. La diferencia entre las condiciones de
nutrición de ambos grupos es una medida del impacto del desayuno escolar.
La segunda herramienta es el análisis costo/beneficio. Si
existen dos tipos de intervenciones que tienen un impacto similar sobre la
población, por ejemplo una transferencia monetaria a la familia o la entrega de
una ayuda en especie, se debe seleccionar la que tenga menor costo. O, si
tienen el mismo costo, se debe seleccionar la que tenga mayor impacto.
La tercera herramienta es el presupuesto por resultados.
Este consiste en la elaboración y ejecución del presupuesto del sector público
atando cada gasto a un determinado resultado, el cual se cuantifica a través de
ciertos indicadores de bienestar.
La experiencia revela que los Estados que utilizan esas
herramientas mejoran sustancialmente su aporte al desarrollo socioeconómico de
una sociedad. Por eso recomiendo su aplicación inmediata.
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