]Escrito el 30 de marzo de 2016]
Los países
que exhiben mayor incertidumbre política son lo que tienen peor desempeño
económico. La causalidad puede ser doble direccional. La crisis económica
tiende a provocar cambios de gobierno, sea en las urnas o mediante golpes de
Estado. Asimismo, la volatilidad electoral tiende a deteriorar el
comportamiento de los principales agregados económicos, disminuyendo el
bienestar de la sociedad.
En un
reciente artículo de Michael Spence y David Brady, el primero profesor de
Economía de NYU y Premio Nobel de Economía, y el segundo profesor de Ciencias
Políticas de la Universidad de Stanford, se comenta sobre la estrecha
correlación entre la inestabilidad política y el declive del desempeño
económico.
De acuerdo
a sus investigaciones, la volatilidad electoral afecta negativamente a los
sectores productivos, en particular al industrial. Dado que esa actividad es
clave para que mejoren las condiciones de vida de la población, se puede
afirmar que la inestabilidad política perjudica a la gente.
Lamentablemente,
se observa cómo la crisis económica -o el desencanto del electorado- provoca el
avance de candidatos que se montan sobre la ola de la demagogia. Muchas veces
esos candidatos llegan al poder y adoptan medidas que distorsionan el proceso
de asignación de recursos productivos y reducen el crecimiento económico. En
consecuencia, las medidas económicas de los políticos demagogos empeoran las
condiciones de vida de la población y acentúan la desigualdad de ingresos.
El caso de
Venezuela es ilustrador. Un país con inmensos recursos naturales inmerso en una
terrible crisis económica provocada por malas políticas económicas. La lección
debe ser aprendida.
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