martes, 27 de diciembre de 2011

El equilibrio de fuerzas


La República Dominicana se acerca a un punto que la llevaría a una trayectoria explosiva. El excesivo poder político y económico que exhiben Leonel Fernández y sus cercanos colaboradores es preocupante. Ese poder les ha permitido tomar decisiones ilegales e ilegítimas a su favor, perjudicando a la mayoría del pueblo dominicano. Históricamente queda demostrado que ese tipo de abuso de poder conduce, por lo general, a levantamientos populares o a gobiernos de mano dura.

            En el año 2010, Leonel Fernández utilizó el presupuesto gubernamental para tomar el control total del Congreso Nacional. En la actualidad el Senado de la República responde al unísono a la voluntad del presidente del PLD. La mayoría absoluta de la Cámara de Diputados le permite aprobar las leyes que quiere: impuestos, gasto público y endeudamiento están en sus manos. Esa victoria en las elecciones congresuales y municipales de 2010 también le permitió a Leonel colocar bajo el manto de la inmunidad parlamentaria a funcionarios que están relacionados con actos de corrupción.

             La selección de los jueces de las Altas Cortes es el más reciente episodio de acumulación de poder. A través del control del Consejo Nacional de la Magistratura logró seleccionar a jueces que, con raras excepciones, responden a los intereses de Leonel Fernández y sus colaboradores. Ese control de la justicia aumentará el grado de impunidad ante las decisiones ilegales e ilegítimas que ese grupo tome. Cabe recordar que, Mariano Germán, recientemente nombrado como Presidente de la Suprema Corte de Justicia, fue el abogado que Leonel Fernández seleccionó para que “resolviera” el tollo que se había creado con el caso SunLand.

El poder político no ha sido suficiente para Leonel Fernández. Sus cercanos colaboradores se han convertido en empresarios millonarios, que compiten de manera desleal contra el resto de los empresarios dominicanos. El mismo Leonel tiene una institución que compite deslealmente con los principales centros académicos del país. Por un lado, recibe donaciones de contratistas y suplidores del Estado. Por otro lado, los funcionarios públicos tienen que asistir a sus cursos, creándose una demanda cautiva.

El último presidente dominicano que combinó el poder político con el poder económico fue el general Rafael L. Trujillo. Durante 30 años abusó de su poder, acumulando riquezas nunca antes registradas en el país, mediante la expropiación de tierras, empresas o exigiendo participaciones accionarias en los principales negocios del país. Aquellos que lo enfrentaron murieron o tuvieron que irse al exilio. Sus cercanos colaboradores –muchos de ellos insignificantes analfabetos- también abusaron del pueblo dominicano. Creaban expedientes en la justicia para callar a los miembros de la oposición, los compraban con el dinero del Estado o simplemente los mataban. El poder del general Trujillo era tan grande que se pudo dar el lujo de salir de la presidencia en 1938 y poner a un presidente, a quien controlaba como un títere.

Hay que evitar que Leonel y su grupo sigan acumulando poder. La democracia dominicana está en juego. Hoy más que nunca se necesita colocar en la presidencia de la República alguien que sea un verdadero contrapeso del dominio que exhibe el actual responsable del Poder Ejecutivo.

            Hipólito Mejía es el contrapeso que se necesita para mantener el equilibrio de fuerzas. Ese equilibrio sería el soporte requerido para mantener la estabilidad democrática en la República Dominicana.  La historia nacional enseña que el pueblo aguanta, pero hasta un punto más allá del cual se inicia una trayectoria impredecible. Las elecciones del 20 de mayo constituyen una gran oportunidad -que debe aprovecharse- para lograr el equilibrio de fuerzas. 

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