[Frente al Statu Quo. Publicado en Diario Libre el 27 de enero de 2025.]
¿Qué opina del bitcoin como instrumento de inversión? Paradójicamente, esa es una de las preguntas que suelen formular al autor de esta columna las mismas personas que se inquietan cuando la tasa de cambio del peso respecto al dólar se deprecia un 5% en un año. Es muy probable que esos potenciales inversionistas, o aprendices de especuladores, no tengan el tipo de estómago requerido para soportar la volatilidad del precio de esos activos digitales.
El valor de dichos activos financieros se fundamenta en su capacidad de generar flujo de efectivo a lo largo del tiempo, cantidad que es descontada hasta el presente por agentes económicos racionales. En ocasiones, sin embargo, el precio alcanza niveles muy superiores al que se desprende de la valoración basada en sus fundamentos económicos descontados, lo cual origina anomalías de mercado transitorias que se denominan burbujas.
Por lo general, las burbujas ocurren en un entorno en el que es difícil la estimación precisa del valor fundamental de un determinado activo. Diversas circunstancias, como el uso de nuevas tecnologías, innovaciones -reales o ficticias- y la difusión masiva de datos e información asimétrica -a través de las redes sociales y celebridades- son, según el premio Nobel de Economía Robert Shiller, “factores precipitantes” que fomentan un excesivo optimismo o una “exuberancia irracional” entre los inversionistas. Ese fenómeno influye sobre la demanda especulativa del activo y desvía su precio del valor fundamental de equilibrio.
La expectativa del agente económico optimista, aquel que compró el activo a un precio muy por encima de su valor generado por el flujo de efectivo descontado, es que aparezca otro inversionista dispuesto a pagar aún más por el mismo activo. La secuencia de compradores optimistas incrementa el volumen de las transacciones, eleva el precio de reventa y lo mantiene sobre una tendencia ascendente continua.
La burbuja se vuelve más grande, persistente y peligrosa cuando entra en juego el apalancamiento. Según José A. Scheinkman, profesor de Economía de la Universidad de Columbia, si los “optimistas extremos” pueden endeudarse para adquirir una mayor cantidad del activo financiero, el precio seguiría subiendo cada vez más y se interrelacionaría de forma más intensa con el resto de la economía. El comportamiento ascendente del precio se acentúa si existe la creencia de que el uso de la nueva tecnología, como el “blockchain” o la inteligencia artificial, hará que la demanda del activo crezca a un ritmo superior al de su oferta.
La evidencia empírica demuestra que las burbujas no pueden sostenerse indefinidamente en el mercado. El precio alcanzado durante la fase de expansión es transitorio y, tarde o temprano, se produce una implosión que lo hace converger a un equilibrio mucho menor. Los agentes que quedan atrapados durante ese proceso pierden su inversión, mientras que los únicos beneficiados son los que lograron salir del mercado a tiempo. Ahí queda patente que no se ha creado riqueza, solo se ha transferido de unas manos a otras.
La desaparición de las burbujas infladas excesivamente por el apalancamiento suele provocar grandes crisis. Charles P. Kindleberger y Robert Z. Aliber, profesores de Economía del MIT y de la Universidad de Chicago, respectivamente, presentan en su obra “Manías, Pánicos y Cracs” un conjunto de casos que se iniciaron por la especulación y la expansión crediticia durante la fase de manía. A esta le siguió un grave estrés financiero que concluyó en un pánico generalizado y una terrible crisis. Según dichos autores, la implosión de una burbuja siempre destapa fraudes y estafas gestados durante la fase de manía gracias a la asimetría de información. El colapso en noviembre de 2022 de FTX, una plataforma de intercambio de criptomonedas, es un ejemplo de falsa innovación financiera, difusión de información asimétrica y fraude operativo, que concluyó con la pérdida de más de 8 mil millones de dólares.
El presidente Donald Trump emitió la semana pasada una Orden Ejecutiva para apoyar el crecimiento de la demanda de criptoactivos. Además, promoverá el apalancamiento de las operaciones con ese tipo de activos digitales al permitir que las compañías que los utilizan accedan plenamente a los servicios bancarios en Estados Unidos. Ese respaldo a los activos digitales se ha traducido en un crecimiento de un 51% del precio del bitcoin desde que Trump ganó las elecciones, al pasar de 69,358 dólares el 5 de noviembre de 2024 a 104,819 dólares el 23 de enero de 2025. El bitcoin presenta todas las características de una burbuja: su precio no se corresponde con sus fundamentos, pero sigue subiendo empujado por la difusión de información sobre las supuestas innovaciones derivadas de ese activo, cuya oferta máxima se ha establecido en 21 millones de unidades.
Ante la ebullición del mercado de los activos digitales, el presidente de Estados Unidos anunció, el pasado 17 de enero, el lanzamiento de su “memecoin”, el $TRUMP. El precio de ese nuevo activo digital subió en pocas horas de 7 dólares a 73.86 dólares, equivalente a una variación de 955%. Sin embargo, luego cayó y se estabilizó alrededor de los 30 dólares al 25 de enero, reduciendo la capitalización de mercado de 14,500 millones de dólares a 6,110 millones de dólares en ese periodo. El aumento de la oferta de ese tipo de instrumentos financieros con mayor volatilidad de precios podría provocar la pérdida de confianza y precipitar el colapso de la burbuja.
¿Incluiría criptoactivos, como el bitcoin, en su portafolio de inversiones? Esa es otra de las preguntas recurrentes de los que desean invertir sus ahorros. La respuesta es simple: depende. Si a usted le gusta jugar en casinos y dispone de recursos que está dispuesto a perder con facilidad, entonces invierta en bitcoin, el precio del cual seguirá subiendo por un tiempo gracias a las medidas adoptadas por Trump. Por el contrario, si usted siente aversión al riesgo y no puede permitirse perder sus chelitos en un proceso volátil de sube y baja, ha de abstenerse de adquirir un activo cuyo precio, tarde o temprano, caerá de manera significativa y convergerá a su valor de equilibrio que, con alta probabilidad, está muy cercano a cero.
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