[Escrito el 3 de abril de 2023]
Cuando realizaba mis estudios de doctorado en Economía en los años
ochenta aprendí sobre el trilema económico o la trinidad imposible. Los
profesores Mundell y Fleming determinaron hace varias décadas que en una
economía abierta no era posible simultáneamente fijar el tipo de cambio, tener
una política monetaria autónoma -que significa poder controlar la tasa de
interés- y autorizar la plena libertad a los movimientos de capitales. Tal como
señaló Paul Krugman, no se puede tener todo, solo es posible controlar dos de esos
tres objetivos.
Actualmente se está popularizando otro trilema económico, en este caso
relacionado con la política financiera. La crisis bancaria, originada por el
impacto del aumento de las tasas de interés sobre el valor de los activos de
los bancos, permite señalar que es muy difícil alcanzar simultáneamente los
siguientes objetivos: un crecimiento económico sostenido; inflación cercana a
la meta del 2% anual, en el caso de Estados Unidos, el Reino Unido o de la
eurozona; y estabilidad del sistema financiero.
Los profesores de la London School of Economics, Jon Danielsson y
Charles Goodhart, escribieron recientemente sobre ese preocupante trilema
económico. De acuerdo con esos profesores, las regulaciones financieras juegan
un rol importante, pero el problema es que no se pueden lograr simultáneamente.
Ellos argumentan que lo que se logró después de la crisis global de
2008, período en que los tres objetivos se alcanzaron de manera sincronizada, fue
una ilusión. Indican que la aplicación de una política monetaria expansiva, que
se tradujo en un mayor crecimiento económico, llevó a los bancos a adaptarse a
un entorno de bajas tasas de interés. Dado que en ese entonces la tasa de
inflación no se aceleró, se alcanzaron los tres objetivos a la vez.
La inconsistencia salió a flote cuando la tasa de inflación comenzó a
acelerarse. En ese escenario, las autoridades monetarias tuvieron que subir las
tasas de interés de forma acelerada y significativa, disminuyendo así la
inversión y la tasa de crecimiento del consumo. Ese comportamiento de la
demanda agregada redujo el ritmo de crecimiento de la economía y elevó la
probabilidad de una recesión. Al mismo tiempo, el incremento acelerado de la
tasa de interés redujo el valor de mercado de los bonos o notas del Tesoro que
poseen los bancos, deteriorándose su posición patrimonial. Para evitar una
caída de los bancos más expuestos al riesgo de tasa de interés y de liquidez, se
debe aumentar su capitalización, lo cual se traduce en una reducción del
crédito, impactando negativamente sobre el crecimiento económico.
Esa realidad revela la importancia del trabajo del banco central. Las
autoridades monetarias deben saber caminar sobre el fijo de la navaja para que
se pueda reducir la tasa de inflación, manteniendo a los bancos funcionando adecuadamente
sin que se produzca una recesión económica severa.
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