viernes, 16 de septiembre de 2022

La crisis haitiana es el principal problema dominicano

[Escrito el 15 de septiembre de 2022]

La República Dominicana comparte con Haití la isla de Santo Domingo. Por años se han creado y ampliado numerosos vasos comunicantes, convirtiendo la frontera en un espacio poroso y explosivo. Poroso, por la facilidad con la cual los haitianos pueden penetrar a territorio dominicano. Explosivo, porque la presencia de delincuentes haitianos en este lado de la isla puede provocar enfrentamientos con la policía nacional y las fuerzas armadas en cualquier momento. Esa realidad hace que la crisis política, económica y social que se registra en Haití sea el principal problema que tiene la República que parieron los Trinitarios y recuperaron los Restauradores.

El presidente Luis Abinader se encuentra hoy en los Estados Unidos y tocará el tema haitiano con miembros del Congreso y de la Casa Blanca. En esa tarea se encuentra acompañado y respaldado por un grupo de personas clave: el senador por Nueva York, Adriano Espaillat; el ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Álvarez; la embajadora dominicana en Washington, Sonia Guzmán; y el asesor en política exterior del Poder Ejecutivo, José Singer. Pienso que ellos tienen la experiencia, relaciones y conocimientos necesarios para apuntalar los argumentos que presentará el presidente Abinader a favor de que la comunidad internacional se involucre en la búsqueda de una solución a la crisis haitiana.

Haití ya no es ni siquiera un Estado fallido. La situación de ese territorio es peor. Los delincuentes agrupados en bandas armadas hacen y deshacen por doquier, roban, secuestran, asesinan y destruyen a su antojo. Ninguna entidad estatal, sea la que se denomina tradicionalmente como ejército o la policía, tiene la capacidad para recuperar las zonas que dominan esas bandas. Esa situación de anarquía ha llevado recientemente a España, Francia, Canadá, México y República Dominicana a cerrar sus embajadas en ese país.

La crisis económica en Haití ha llevado a su población a lanzarse a las calles a protestar y a emigrar masivamente hacia la República Dominicana. Desde 1844, nunca se había registrado un número tan elevado de haitianos en territorio dominicano. Basta con dar una vuelta por los principales centros urbanos del país, como el Distrito Nacional, Santiago, o por zonas turísticas, como Bávaro, Punta Cana, o por áreas rurales productoras de alimentos, para confirmar la extraordinaria presencia haitiana en las actividades de construcción, comercio informal, turismo y agropecuaria, entre otras. Los haitianos han desplazado hasta a los dominicanos que antes limpiaban cristales de vehículos y a los que pedían una limosna en las intersecciones de muchas avenidas en centros urbanos.

En diversos estudios empíricos se ha confirmado que la presencia haitiana reduce los ingresos de los dominicanos que compiten con esa mano de obra, que son los que se sitúan en los tres primeros deciles de la distribución de ingresos. Asimismo, se ha confirmado que los haitianos, al igual que los pobres dominicanos, son demandantes netos de recursos públicos, pues el costo de los servicios públicos que consumen es superior al pago de sus impuestos. Si a esto se añade que la presencia haitiana en el país puede incluir miembros de bandas armadas, no cabe duda de que la crisis haitiana atenta contra la estabilidad de la República Dominicana.    

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