[Escrito el 18 de febrero de 2016]
Venezuela
está viviendo una tragedia. A pesar de tener la mayor reserva de petróleo del
mundo, su mal manejo macroeconómico y controles de precios han desembocado en
escasez generalizada de bienes, tasa de inflación que se colocará este año en
720%, déficit público equivalente a un 20% del PIB y contracción económica de
8% en 2016.
El
presidente Nicolás Maduro, que no sabe absolutamente nada de economía ni tiene
buenos asesores en esa materia, decidió esta semana devaluar en un 37% la tasa
oficial más fuerte, llevándola a 10 bolívares por dólar. Lamentablemente, esa
medida no resolverá ningún problema, pues el tipo de cambio del mercado negro
se cotiza por encima de los 1,000 bolívares por dólar.
Al mismo
tiempo, el presidente Maduro decidió incrementar el precio de la gasolina, que
se había mantenido fijo por casi dos décadas. El precio del litro de la
gasolina de 95 octanos pasó de 0.097 a 6 bolívares, equivalente a 2.3 centavos
de dólar por galón al tipo de cambio del mercado negro. Esa decisión tampoco
resolverá algún problema estructural o financiero, pues el precio de ese
combustible sigue estando en un nivel muy distorsionado. En palabras tuiteadas
por Ricardo Hausmann, un brillante economista venezolano, profesor de la
Universidad de Harvard: “Después del aumento de la gasolina 1 salario mínimo
mensual compra 9,700 litros de la de 89, 1540 litros de la 95 o 6 kg de carne.”
Una
economía con ese grado de distorsión jamás logrará recuperarse. Venezuela
necesita muchos cambios estructurales. El primero de todos debe facilitar la
salida de Maduro de la presidencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario