[Escrito el 20 de abril de 2021]
Los países desarrollados han aplicado una
política nacionalista con relación al acceso a las vacunas contra el covid-19. Líderes
de varias de esas naciones avanzadas han dejado claro que de su territorio no sale
una dosis hasta que toda su población haya sido inoculada.
Daron Acemoglu, brillante profesor del MIT, demostró
recientemente que el nacionalismo de las vacunas (o nacionalismo vacunatorio) es
una política inadecuada y, por tanto, subóptima. De acuerdo con Acemoglu, el
covid-19 sólo será detenido cuando la población en todos los lugares haya
alcanzado la inmunidad; es decir, “cuando el porcentaje de población
susceptible de infectarse sea tan pequeño que la enfermedad no pueda
propagarse.” El surgimiento de variantes de ese virus, como la inglesa,
sudafricana y brasileña implica que un país puede vacunar toda su población,
pero, mientras sus vecinos no estén vacunados, su población podría contagiarse
con las mutaciones del covid. Ante ese evento, la consecuencia inmediata sería
el confinamiento, la caída de las actividades económicas y un deterioro más
acentuado de las finanzas públicas.
La República Dominicana, después de comenzar
lentamente su proceso de vacunación, afinó su logística y logró aumentar de
manera significativa la cantidad de personas vacunadas por día. Hay que reconocer
que la vicepresidenta Raquel Peña y el equipo que ella dirige, junto al
ministro de Salud Pública, ha realizado un buen trabajo.
El nacionalismo de las vacunas ha impedido que
la República Dominicana haya podido recibir las vacunas de Pfizer y AstraZeneca
que fueron contratadas. Las chinas, que se anunció que llegarían en marzo,
también fallaron, pues en ese mes solo se recibió la mitad de lo prometido por
la empresa Sinovac. Y también se anunció el 27 de febrero que en abril
llegarían 4 millones de dosis adicionales y no ha llegado nada. Esto ha
limitado el ritmo de vacunación de los dominicanos, lo cual pospone la fecha
prevista para alcanzar la meta de vacunación prometida por las autoridades para
finales de junio, ascendente a un 80% de la población.
Las lecciones anteriores abren el siguiente
debate. Dado que el nacionalismo en las vacunas contra el covid-19 tiene un
impacto negativo sobre la sociedad que lo aplica, ¿qué hará la República
Dominicana con los haitianos que viven ilegalmente en su territorio? ¿No los
vacunará? Y seguimos preguntado, ¿qué se hará con la República de Haití? ¿El
gobierno de Abinader lo dejará a su suerte, sabiendo el impacto negativo que
esa decisión tendría sobre la salud del pueblo dominicano? Dejo de tarea esas
preguntas al presidente Abinader y su equipo.
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