Los alemanes son los mejores exportadores del mundo. Su
éxito es tan espectacular que se ha traducido en un superávit de cuenta
corriente de la balanza de pagos de 248 mil millones de dólares en los últimos
doce meses, equivalente a un 6.7% del PIB. Esa cifra contrasta con el superávit
de 1.9% del PIB de China y con el
déficit de 2.5% del PIB de los Estados Unidos.
Esas instituciones ayudan a las empresas alemanas, sin importar
su tamaño, a introducirse exitosamente en los mercados internacionales.
Específicamente les ayudan a realizar investigación de mercados, a contactar a
potenciales distribuidores y a disponer del apoyo logístico u otros servicios
requeridos para cerrar un trato que sea rentable para las empresas alemanas. Y todo eso por una tarifa que se paga fácilmente
con la primera exportación.
A esa red se le añade la inigualable competitividad de la
manufactura alemana, basada en un capital humano de elevada productividad. A
diferencia de otros países que se han desindustrializado demasiado pronto,
Alemania sigue consolidándose como una fábrica de calidad suprema, a tal punto
que el sello “Hecho en Alemania” es una garantía de calidad.
Los dominicanos debemos aprender esas lecciones.
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