República Dominicana y
Haití tienen la oportunidad de convertirse en dos socios muy eficientes y
prósperos.
En vez de estar
discutiendo por las restricciones haitianas a las exportaciones originadas en
el territorio dominicano o por la aplicación de una sentencia del Tribunal
Constitucional de la República Dominicana, ambos gobiernos deberían estar
diseñando una estrategia que les permita mejorar las condiciones de vida de la
gente.
En las últimas dos
décadas, la economía mundial se ha estado moviendo hacia un modelo de
manufactura multipaís. Esto significa que la producción de bienes que se
realiza en un determinado territorio se alimenta de insumos fabricados
competitivamente en otros países. Como demostración basta con destapar una
computadora, revisar las piezas de un carro o descomponer los elementos de un
vestido.
Esa producción
multipaís ha permitido a las naciones incrementar su productividad y
competitividad, elevando el valor agregado de sus exportaciones. La eliminación
de las barreras arancelarias y no arancelarias ha promovido ese modelo de
producción que ha mejorado la calidad de vida de la población.
Ese es el tipo de
conversación que debería estarse sosteniendo con nuestros hermanos haitianos.
La empresa Codevi, del Grupo M, dirigida por Fernando Capellán, es un ejemplo
de lo exitoso que puede ser la manufactura binacional. En la actualidad más de
siete mil haitianos ensamblan ropa en Haití que cientos de dominicanos muy
especializados diseñan, cortan y tiñen, entre otras tareas, en Santiago. Ese
modelo le ha permitido a esa empresa enfrentar exitosamente a los asiáticos en
los mercados internacionales.
Codevi es un ejemplo
que debe servir de guía a las conversaciones entre dominicanos y haitianos.
Estoy seguro de que con una sociedad procompetitiva ganaremos más y crearemos
las condiciones para vivir mejor en ambos países.
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