[Escrtio el 16 de julio de 2025. Día del gran Sasito.]
Al contribuyente le interesa, o al menos debería interesarle, que cada peso que pague de impuestos sea utilizado de una manera que estimule el crecimiento económico y cree oportunidades para mejorar sostenidamente las condiciones de vida de la población.
Luca Fornaro y Martin Wolf, profesores de Economía de la Universidad Pompeu Fabra y de la Universidad de St. Gallen, respectivamente, publicaron recientemente un ensayo muy interesante sobre la conexión entre el crecimiento de la productividad, la política fiscal y la deuda pública.
Según dichos autores, un elevado superávit fiscal primario se asocia con distorsiones fiscales -como son altos impuestos y baja inversión pública- que deprimen la inversión privada y reducen la productividad, lo que presiona al alza la razón deuda a producto interno bruto (PIB). Por eso recomiendan la adopción de intervenciones de política fiscal que sean favorables al crecimiento económico y mejoren la sostenibilidad de la deuda pública.
En la República Dominicana se percibe ese estado de estancamiento fiscal. La inversión pública se ha reducido significativamente hasta situarse en el entorno del 2.2% del PIB. Esa contracción de la inversión gubernamental se ha llevado a cabo para mantener el déficit público alrededor de un 3% del PIB y el superávit primario en un 0.7% del producto. Ese comportamiento fiscal de “austeridad autodestructiva” limita el crecimiento del PIB, que acumulado a mayo apenas llegó a una tasa anual de un 2.6%; es decir, a la mitad del ritmo potencial.
El nombramiento de Magín Díaz en el ministerio de Hacienda crea la oportunidad para que los recursos públicos se orienten, de una manera consistente temporalmente, hacia actividades productivas con un multiplicador más elevado y así el gasto público pueda mejorar su impacto positivo sobre el crecimiento del PIB y el bienestar de la sociedad dominicana.
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