[Escrito el 16 de octubre de 2024]
El presidente Luis Abinader presentó al país una reforma fiscal, que contiene un conjunto de modificaciones de impuestos, para incrementar el gasto social, la inversión en infraestructura, mejorar el saldo fiscal y reducir la deuda pública.
La historia muestra que cuando hay crisis es más fácil lograr que la población acepte una reforma tributaria.
En 1990, el presidente Joaquín Balaguer decidió ejecutar una reforma tributaria porque la economía se encontraba en una grave crisis fiscal autoprovocada que obligó a las autoridades del Banco Central a financiar de manera inflacionaria el déficit público, lo cual llevó la inflación a un 80% y provocó una caída de 5% del producto interno bruto (PIB).
En 1996, el presidente Leonel Fernández presentó una reforma tributaria para disponer de recursos que le permitieran ejecutar un notable programa de inversiones públicas y aumentar el gasto social a un nivel compatible con la mejora del desarrollo humano. La reforma tributaria fue rechazada por el Congreso, pero el ajuste de los precios de los combustibles aprobado a finales de 1996 y la reducción de los precios internacionales del crudo registrada hasta febrero de 1999, le generó ingresos adicionales equivalentes a un 2% del PIB.
En 2000, el presidente Hipólito Mejía presentó y logró que se aprobara una reforma tributaria y una ley de hidrocarburos para mejorar el saldo de las finanzas públicas, que se habían deteriorado al aumentar los precios del crudo a nivel global, y disponer de recursos para ejecutar un amplio programa de gasto social y de capital. Lamentablemente, la crisis bancaria impactó brutalmente la estabilidad macroeconómica en los dos últimos años de su gobierno.
En 2012, el presidente Danilo Medina presentó y logró la aprobación de una reforma tributaria, además de renegociar el contrato con la Barrick Gold, que le permitió enfrentar un déficit público de 6% del PIB. Pero en 2016, decidió posponer una nueva reforma tributaria para que fuese aprobada por la nueva administración a partir de 2020.
En 2020, Luis Abinader presentó una reforma, pero no era el momento oportuno dado que la economía global estaba siendo impactada por la pandemia del covid-19.
¿En 2024, es necesaria la reforma tributaria? La respuesta es afirmativa si se desea asegurar la estabilidad macroeconómica y fortalecer la sostenibilidad de las finanzas públicas. Pero, si la población no prioriza el alcance de esos objetivos, no sería imprescindible ejecutar una reforma tributaria que mejore la capacidad recaudatoria, pues las condiciones macroeconómicas actuales permitirían aumentar la deuda pública y patear la reforma hasta el 2028. Y el que venga detrás, que arree.
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