lunes, 21 de octubre de 2024

Instituciones y desarrollo económico

[Frente al Statu Quo. Publicado el Diario Libre el 21 de octubre de 2024.]

El Premio Nobel de Economía 2024 se otorgó a Daron Acemoglu (MIT), Simon Johnson (MIT) y James A. Robinson (UChicago) por sus trabajos, teóricos y empíricos, sobre la formación, evolución e impacto de las instituciones en la prosperidad de los países y en la desigualdad económica global. 

El profesor Douglas North, premio Nobel de Economía en 1993, definió a principios de los años setenta el concepto de “instituciones,” y aplicó la teoría económica y los métodos cuantitativos a la historia para entender el cambio económico. De acuerdo con North, las instituciones son restricciones impuestas por los humanos que dan forma a las interacciones políticas, económicas y sociales. Dichas restricciones incluyen la normativa constitucional, las leyes, regulaciones y entidades que las implementan, como el Gobierno, el Congreso y la Justicia. La cultura y los valores ciudadanos también forman parte de las instituciones de la sociedad. 

Los países donde se respetan los derechos de propiedad y la política económica es menos distorsionadora se convierten en centros de atracción de inversiones, locales y extranjeras, que elevan el capital físico y humano. Las instituciones influyen sobre el ahorro, la inversión, la educación, el trabajo y la innovación. Asimismo, determinan los niveles de ingreso de las personas, la riqueza y su distribución; en consecuencia, definen el grado de equidad de la sociedad. 

En el ensayo “Los orígenes coloniales del desarrollo comparativo: una investigación empírica,” publicado en 2001, Acemoglu, Johnson y Robinson analizan por qué algunos países son ricos y otros son pobres en base a su pasado colonial y a las instituciones creadas en esa época. Los tres galardonados evaluaron los sistemas económicos establecidos por los colonizadores europeos para determinar el efecto sobre el nivel de desarrollo actual de esas naciones. En los lugares donde los europeos enfrentaron elevadas tasas de mortalidad y, por tanto, resultaba difícil establecerse de manera permanente y con visión de futuro, se crearon instituciones económicas y políticas que permitieron extraer la mayor cantidad de recursos en el plazo más breve posible. En contraste, en las zonas caracterizadas por una baja tasa de mortalidad, los colonizadores establecieron instituciones que facilitaron el desarrollo de actividades que promovían la inversión, el avance económico, el incremento del ingreso per cápita y la mejora sostenida del bienestar.  

En la obra “¿Por qué fracasan los países?,” publicada en 2012, Acemoglu y Robinson introducen los dos tipos de instituciones que explican las diferencias económicas actuales entre las naciones. 

Las “instituciones inclusivas” son aquellas que “permiten, fomentan y potencian la participación de la mayoría de los individuos en las actividades económicas que aprovechan mejor su talento y habilidades.” Dichas instituciones limitan el poder de las élites, promueven la libertad de elección y la competencia, protegen la propiedad, evitan la discriminación, crean oportunidades para la educación y estimulan el progreso tecnológico. En definitiva, favorecen el avance y la modernización de las sociedades. 

Las “instituciones extractivas,” que benefician a determinados grupos de poder en los que se concentra el control político y económico, impiden la creación de los incentivos necesarios para modernizar la economía y la sociedad. Según los autores, la democracia es el mejor sistema político, ya que ofrece un entorno más favorable en comparación con los regímenes chino, soviético o castrista, así como con otras dictaduras que imponen instituciones extractivas en perjuicio de la población. Unas instituciones democráticas y abiertas, que promueven el uso eficiente de los recursos públicos y privados, son fundamentales en la lucha contra la pobreza. Sirva como ejemplo ilustrador el contraste entre el éxito económico y social de la Corea del Sur democrática y el pobre desempeño de la dictadura de Corea del Norte. 

El marco analítico de los autores laureados permite una interpretación de las causas de las diferencias económicas entre Estados Unidos y América Latina. Según los economistas, en Estados Unidos se establecieron instituciones inclusivas que promovieron la libertad, la iniciativa privada, la competencia y la innovación. El resultado es una economía de mercado gigantesca y próspera que brinda a la mayoría de la población la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida. En cambio, en América Latina se establecieron instituciones extractivas, dirigidas por un pequeño grupo de personas que restringieron el desarrollo económico de la región, dejando atrás, en la pobreza, a una parte importante de su población. Eso explica las profundas desigualdades sociales que se observan en Latinoamérica acentuadas bajo algunos regímenes dictatoriales. Haití, el país más pobre de América, muestra claramente las consecuencias negativas de las instituciones extractivas.  

En “El pasillo estrecho,” publicado en 2019, Acemoglu y Robinson analizan las causas por las que algunas naciones logran alcanzar la libertad y la democracia, mientras otras caen o permanecen bajo gobiernos dictatoriales. La obra aborda cómo la sociedad puede mantener, a través del desarrollo de instituciones inclusivas, un adecuado balance entre el poder del Estado y los derechos de los ciudadanos. Los autores sostienen que una persona es realmente libre cuando puede alimentar a su familia sin temor. Para alcanzar esa meta, el Estado debe suplir adecuadamente los servicios públicos esenciales, como educación y salud, que ayuden a nivelar el terreno de juego y mejoren las condiciones de vida de los pobres y vulnerables. Los autores destacan también que la población debe involucrarse en la toma de decisiones, ya que “La democracia solo puede sobrevivir si la sociedad la exige y la protege.” 

Las lecciones de los tres recientes galardonados con el Nobel de Economía enseñan que un país que desee acelerar su ritmo de crecimiento económico y alcanzar un mayor grado de bienestar necesita instituciones inclusivas, que se ganen la confianza de la sociedad y brinden oportunidades a toda la población con el objetivo de mejorar la distribución de los ingresos. Para esto es necesario poner en marcha reformas estructurales, económicas y políticas, que amplíen el tamaño del producto nacional y sean beneficiosas para la mayor parte de la población. Ahora bien, el tránsito de unas instituciones extractivas a otras inclusivas deberá enfrentar la resistencia de la élite que controla el poder y se beneficia plenamente del sistema arraigado en las instituciones predominantes en la actualidad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario