[Escrito el 7 de noviembre de 2022]
Hoy aprovecho este comentario para utilizar uno de los extraordinarios
aportes a la macroeconomía realizados por el profesor Edward C. Prescott, quien
falleció ayer en los Estados Unidos. En 1977, Prescott escribió junto a Finn
Kydland, el trabajo académico “Reglas en vez de discrecionalidad: la
inconsistencia de planes óptimos,” publicado en la revista científica Journal
of Political Economy, revolucionando la forma de diseñar e interpretar las
decisiones de política que tienen como objetivo la maximización del bienestar
de la sociedad.
Independientemente de lo poderoso y útil que es el arsenal matemático
que conforma la teoría de control óptimo, Kydland y Prescott, galardonados con
el premio Nobel de Economía en 2004, demostraron que una política discrecional
que implica tomar la mejor decisión en cada momento temporal, aun cuando pueda
ser óptima dada la situación actual y el comportamiento pasado, no
necesariamente será la óptima para la sociedad en el largo plazo. Ese resultado
se debe al hecho de que las decisiones de los agentes económicos en el presente
también dependen de las expectativas que tengan sobre las acciones futuras de
política.
La discrecionalidad puede generar costos elevados para la sociedad. Un
ejemplo. Tratar de reducir el desempleo con una política discrecional de
demanda termina generando una tasa de inflación superior a la óptima,
deteriorando las condiciones de vida de la población.
Distanciándose de ese caso macroeconómico, se puede presentar uno a
nivel social. Se trata de la ausencia de reglas que impidan la construcción de
viviendas en zonas inundables, lo cual hace que la población decida discrecionalmente
construir en esas zonas con la expectativa -racional- de que el gobierno
construirá muros de contención o que irá en su ayuda cuando ocurra algún
fenómeno atmosférico que les impacte.
Ante la rigurosidad de los planteamientos de los profesores Kydland y
Prescott se puede recomendar la adopción de reglas en vez de ejecutar una
estrategia discrecional. Por adopción de reglas me refiero no sólo a que se
aprueben, sino que se hagan cumplir y se respeten, al estilo de Singapur. No se
logra nada positivo con aprobar una normativa que establece que no se debe
construir casas en zonas inundables, si al final se permite su construcción. No
se logra nada positivo con aprobar que a las alcaldías se les debe asignar un
determinado monto de recursos, que pudiesen utilizarse para llevar a cabo las
actividades requeridas para que el agua de lluvia no se acumule en grandes
cantidades e inunden calles y viviendas, si al final no se les entrega ese
presupuesto o no se les exige que se ejecute tal como fue programado. Mucho
menos se logra algo positivo si las personas pueden tirar discrecionalmente sus
desechos sólidos donde quieran. Lo sucedido el viernes pasado en el Distrito
Nacional es una muestra de que se deben aprobar, hacer cumplir y respetar las
reglas necesarias para minimizar el impacto de las lluvias en los centros
urbanos.
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