En un estudio elaborado por economistas del Fondo Monetario
Internacional se verificó que el crecimiento del producto interno bruto reduce
la desigualdad. Específicamente, se cuantificó que un 1% de crecimiento del PIB
reduce el coeficiente de desigualdad de Gini en 0.08 puntos porcentuales.
Una de las coautoras, Era Dabla-Norris, señaló que la
relación entre el crecimiento económico y la desigualdad se verifica tanto en
países desarrollados como en los menos avanzados. Sin embargo, se observa que
la magnitud del impacto es menor en América Latina y en Asia.
Un aspecto a resaltar de la investigación, que lleva por
título “Renta Nacional y su Distribución,” es que la educación es el principal
mecanismo de transmisión de los beneficios del crecimiento económico. Incluso
se sostiene que la importancia de la educación, para reducir la desigualdad de
los ingresos, es superior al gasto público en general o al desarrollo del
sistema financiero.
Dabla-Norris indica que “una mejor educación es la mejor
política para ayudar a los países a evitar un aumento de la desigualdad que,
por lo general, resulta del cambio tecnológico y la globalización.”
Esa afirmación me lleva a recordar un estudio que realicé
hacia finales de los años noventa donde estimé, utilizando un modelo de
equilibrio general computable, cómo la apertura comercial mejoraría relativamente
más los ingresos de los trabajadores más calificados, aumentando la desigualdad.
Y recomendé que se incrementase la
inversión en educación para aprovechar así las bondades de la globalización y
crear una sociedad más justa.
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