La experiencia revela que la educación es indispensable para
mejorar los ingresos y reducir la pobreza.
Las personas más educadas son más productivas y, en
consecuencia, tienden a obtener –en promedio- mayores ingresos. Ese resultado
se obtiene a nivel de una persona, de un hogar o de un país.
La evidencia empírica también revela que una madre más educada se traduce
en hijos con mejor desempeño escolar y con mayor capacidad de generación de
ingresos en el futuro.
En un reciente estudio elaborado por Petter Lunborg, Anton
Nilsson y Dan-Olof Rooth, profesores de la Universidad de Lund en Suecia, [“ParentalEducation and Offspring Outcomes: Evidence from the Swedish Compulsory SchoolReform.” American Economic Journal: Applied Economics, 6(1)] se señala que la
educación materna influye en las habilidades cognitivas de los niños –es decir,
la capacidad de procesar la información que recibe- y en las no cognitivas
–como la motivación o la autoestima. Además, se demuestra que la preparación de
la madre influye positivamente sobre la salud de sus hijos.
En su investigación, aplicada a la población sueca, se
afirma que la mayor educación de la madre se traduce en un mayor nivel de
ingreso en el hogar, favoreciendo la calidad de vida de los pequeños.
Por último, se verifica que el aumento de la escolaridad en
las mujeres las lleva a reducir su
fertilidad y, lo que es más importante, las motiva a casarse con hombres con
mayor educación.
Esto crea un círculo virtuoso que ayuda a crear un hogar con
un entorno adecuado para el desarrollo económico futuro de los hijos y de la
sociedad.
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