El período comprendido entre 2008 y 2012 se caracterizó por
un gran despilfarro de recursos públicos. En esos años, el gobierno acumuló un déficit
del sector público no financiero ascendente a 392,338 millones de pesos. En
términos del PIB, eso significa un déficit anual promedio de un 4%.
Nunca antes en la historia un gobierno se había endeudado
tanto en tan poco tiempo. Ni siquiera el general Lilís.
El despilfarro se apoyó en el descontrol administrativo, que
permitió la ejecución de gastos sin que se registrasen como deuda pública. Cabe
recordar el caso SunLand, el cual consistió en la emisión de 130 millones de
dólares sin la aprobación del Congreso Nacional y sin su registro en la
ejecución presupuestaria de 2007. Asimismo, se debe recordar el financiamiento
triangulado a instituciones públicas por decenas de miles de millones de pesos
a través del “descuento” de facturas a suplidores y contratistas del Estado.
Ese enorme despilfarro provocó que la deuda pública se
incrementase exponencialmente. Entre 2008 y 2012 la deuda del sector público no
financiero, excluyendo la deuda intragubernamental, se incrementó en un 127.3%,
mientras que el PIB nominal en dólares sólo lo hizo en un 41.8%.
Afortunadamente, el gobierno actual ha iniciado un proceso
de consolidación fiscal, que ha permitido reducir el déficit público de un 6.7%
en 2012 a un 2.8% del PIB en 2013. Ese mejor desempeño de las finanzas
estatales, permitirá recuperar la sostenibilidad de la deuda pública.
Por ese esfuerzo, me imagino que el Fondo Monetario
Internacional le asignará una buena calificación al presidente Danilo Medina.
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