[Escrito el 23 de noviembre de 2022]
La República Dominicana ha sido históricamente un buen aliado de los
Estados Unidos. Aquí les hago recordar dos eventos que ponen de manifiesto esas
buenas relaciones.
En los años ochenta, cuando Centroamérica y varios países de América del
Sur estaban envueltos en conflictos bélicos internos, el territorio dominicano
brindó la paz necesaria para que se instalara en el exterior a través de las
zonas francas industriales un eslabón competitivo del aparato productivo
estadounidense. El presidente Ronald Reagan reconoció al gobierno dominicano
como un buen aliado e invitó al presidente Balaguer a la Casa Blanca.
Entre 2001 y 2003 la República Dominicana colaboró estrechamente con
Estados Unidos en su lucha contra las fuentes que alimentaban el terrorismo a
nivel global. El presidente George W. Bush confirmó la buena relación con la
nación dominicana y recibió al presidente Hipólito Mejía en la Oficina Oval de
la Casa Blanca en mayo de 2003.
La hermandad que existe entre esos dos pueblos, el estadounidense y el
dominicano, que se confunden como uno solo en Nueva York y New Jersey, por
resaltar dos de las zonas geográficas con gran presencia dominicana, explica
fácilmente las excelentes relaciones entre ambas naciones.
Esa realidad contrasta con la posición actual que ha asumido la
administración Biden contra la República Dominicana. Debido a la negativa del
gobierno del presidente Abinader de aceptar campos de refugiados haitianos en
territorio dominicano, el gobierno de Biden acusó a la República Dominicana de
ser racista en contra de los visitantes estadounidenses de color y de ser
esclavista contra la mano de obra haitiana, en particular en la zona de
influencia del Central Romana, empresa a la cual se le prohibió la entrada de su
azúcar a territorio estadounidense.
Ante esos ataques injustificados, Adriano Espaillat, senador del
Congreso de los Estados Unidos, ha solicitado a la Embajada de los Estados en
la República Dominicana que “tumbe la alerta” migratoria en la que se acusaba
al país de discriminación contra los estadounidenses de color, porque no le han
“facilitado evidencias verificables de las alegaciones maliciosas que se han
distribuido con esta alerta.” Además, señaló que solicitará una investigación
profunda de parte del Congreso y del gobierno estadounidense para que se
expliquen las razonas por las cuales subieron esa alerta infundada, la cual no
se ha basado en evidencias palpables.
A Estados Unidos le conviene que la República Dominicana mantenga la
estabilidad política y el dinamismo económico. Este país ha sido por más de dos
décadas uno de los puntos más luminosos de América Latina y debe seguir
siéndolo. La administración Biden debe reconocer que la nación dominicana no
puede cargar sola con el problema haitiano. Ojalá que el Congreso de los
Estados Unidos convenza a la Casa Blanca de que su actual estrategia contra uno
de sus principales socios de la región es irracional, subóptima y temporalmente
inconsistente.
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