[Escrito el 7 de septiembre de 2022]
En 2019, antes de la pandemia del covid-19, el déficit de las
distribuidoras de electricidad -medido a partir de la diferencia entre la cantidad
de energía comprada en GWh y la cantidad de energía cobrada en GWh- se colocó
en 29.6%. En 2020, el peor año de la pandemia, cuando se adoptaron medidas para
asegurar que las personas tuviesen electricidad aun cuando no la pagasen, las
pérdidas saltaron a 36.9%. En 2021, el año de la apertura económica local y
global, esas pérdidas bajaron a 35.9%.
Lamentablemente, Edenorte, Edesur y Edeeste exhiben un preocupante deterioro
de su capacidad gerencial. A pesar de que en 2022 se reestablecieron las
cadenas de suministro de los equipos necesarios para hacer una buena gestión de
facturación y cobro de la energía eléctrica, el déficit de las distribuidoras
de electricidad en los primeros seis meses del año se colocó en 38.4%, un
porcentaje cercano al 39% registrado en 2012.
En otras palabras, en un período de siete años, entre 2012 y 2019, el
déficit entre compra y cobro de GWh bajó en casi diez puntos porcentuales, al
pasar de 39% a 29.6%. Lamentablemente, en el primer semestre de 2022, el
déficit, explicado por la falta de capacidad de facturar y cobrar electricidad,
subió en 2.5 puntos con relación a 2021 y en casi 9 puntos porcentuales con
relación a 2019. Lo más grave, es que entre enero y junio de 2022, las pérdidas
por GWh dejados de cobrar aumentaron, colocándose en junio de este año en
42.7%.
En términos monetarios la situación financiera es alarmante. El déficit medido
en dólares entre la energía comprada y la energía cobrada se colocó en el
primer semestre de 2022 en 489.7 millones de dólares, lo cual representa casi
92% más que el déficit en dólares del primer semestre del año anterior y un
126% más que el déficit en dólares del primer semestre de 2019.
El deterioro de las finanzas de las distribuidoras de electricidad
tendrá severas consecuencias. En primer lugar, aumentará el déficit del sector
eléctrico que pudiera pasar de algo más de mil millones de dólares, que alcanzó
en 2021, a más de 1,600 millones de dólares en 2022. Ese mayor déficit explicará
gran parte del déficit del sector público no financiero de este año. En segundo
lugar, la debacle operativa y financiera de las distribuidoras de electricidad pone
en peligro la capacidad del sector privado de obtener el financiamiento
necesario para ejecutar el parque energético de Manzanillo, a menos que se otorgue
una garantía soberana. El atraso de esa fuente de electricidad significaría un
terrible golpe al crecimiento económico potencial del país.
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