[Escrito el 6 de septiembre de 2021]
La ola de criminalidad que azota al pueblo dominicano desborda el mundo imaginario
que ha creado el gobierno de Luis Abinader. A diferencia del impacto de una
obra o reforma imaginaria, es decir, que no existe en el mundo real, sino sólo
en la imaginación de las personas producto de la propaganda gubernamental, la
seguridad ciudadana imaginaria, que significa ausencia de seguridad verdadera,
afecta negativamente a la población.
El costo de la criminalidad es enorme. Las zonas afectadas por la falta
de seguridad ciudadana se deterioran económicamente, cae el empleo, se reduce
el ingreso per cápita y se desploman los precios de las viviendas, creando un
círculo vicioso en contra del bienestar de la gente.
La seguridad ciudadana real se manifiesta en un entorno de convivencia
pacífica de la sociedad, que permite a la población disfrutar adecuadamente de
los espacios públicos y sentirse segura dentro de sus viviendas y lugares de
trabajo.
Hay dos formas para reducir la criminalidad. Primero, mejorando la
capacidad del crecimiento económico de crear empleos para todos los segmentos
de la población, en particular para los grupos de jóvenes pobres y vulnerables.
Y, segundo, tal como sugiere Steven Levitt, profesor de la Universidad de
Chicago, elevando la eficiencia de la policía para prevenir y detener los
crímenes, mediante una mejora de su remuneración, entrenamiento y uso de
tecnologías avanzadas.
El gobierno de Luis Abinader anunció a finales de marzo de 2021 un
programa de seguridad basado en el desarme de la población mediante la compra
de armas. El 12 de abril escribí un comentario, fundamentando en las enseñanzas
del profesor Gary Becker, Premio Nobel de Economía, donde se demostró que la
probabilidad de éxito de ese plan de desarme y de enfrentamiento de la
delincuencia se acercaba a cero. Lamentablemente, tuve razón.
La semana pasada el ministro de Interior y Policía, Jesús -Chú- Vásquez,
tiró la toalla al afirmar que la policía no tiene recursos para enfrentar la
criminalidad. Esas declaraciones permiten recordar, una vez más, a Freddy Beras
Goico, quien hace tiempo se negó a entregar su arma de fuego, pues decía que la
necesitaba para defenderse en caso de que un delincuente entrase a su vivienda
a robar o matarlo.
El pueblo dominicano se merece vivir en comunidades seguras. Por eso le
recomiendo al gobierno que comience a adoptar medidas reales, con recursos
económicos y tecnológicos, para quitarle el control de las calles que ahora
tienen los delincuentes. Esto implica que el gobierno debe sacar la lucha
contra la criminalidad de su estrategia imaginaria, pues las consecuencias de
un robo o un asesinato son penosamente reales.
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