[Escrito el 3 de enero de 2017]
Una parte
significativa de la corrupción está vinculada con el desplazamiento de la
competencia. En muchas ocasiones la corrupción se origina porque una empresa
quiere ganar un concurso público sin tener que competir con otras empresas.
El impacto de esa
estrategia es negativo porque reduce el nivel de bienestar de la sociedad. El
costo de la obra, o del bien adquirido, es mayor al que se pudiera obtener sin
corrupción y en un entorno de alta competencia. En consecuencia, se traslada
dinero del contribuyente a los bolsillos de funcionarios corruptos y a los de
un oferente que no es el óptimo.
El caso de Odebrecht
es ilustrador. Esa empresa fue sometida a juicio en los Estados Unidos porque
sobornó en los últimos 15 años a funcionarios públicos de varios países de
América Latina con el objetivo de ganar concursos millonarios de construcción
de obras.
El mecanismo de
soborno permitió a la empresa brasileña desplazar a los competidores
estadounidenses. Esto llevó a que el Departamento de Justicia de los Estados
Unidos presentase un caso criminal en contra de Odebrecht logrando una sanción
de hasta 4,500 millones de dólares. En abril 17 de este año se conocerá el
monto final de la sanción a ser distribuida entre Brasil, Suiza y los Estados
Unidos.
De esto se desprende
un conjunto de lecciones para los países en que se llevó a cabo el soborno. En
primer lugar, es necesario fortalecer el sistema de contrataciones y compras
públicas. En segundo lugar, es imprescindible aplicar adecuadamente la política
de competencia. Y, en tercer lugar, es indispensable fortalecer el sistema
judicial para que se pueda sancionar severamente todos los casos de corrupción.
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