[Escrito el 18 de diciembre de 2015]
La vida del
ser humano es un bien infinitamente valioso. Desde el punto de vista económico
se puede afirmar que, por el lado de la oferta, la vida es indispensable para
asegurar una producción adecuada de bienes y servicios. Y, por el lado de la
demanda, es imprescindible para que las preferencias individuales se traduzcan
en consumo efectivo.
La vida del
ser humano constituye la fuerza de trabajo que genera el flujo de ingresos
requerido para adquirir bienes y servicios que ayudan a maximizar el bienestar
de la persona y su familia.
La vida del
ser humano es la que permite la acumulación de riqueza. Una persona que decide
posponer su consumo puede acumular recursos que, por lo general, se transforman
en inversión productiva. Esto eleva la capacidad de crecimiento económico,
mejorando el nivel de ingreso per cápita de la sociedad.
La vida también
posibilita la acumulación de capital humano. Decía Newton que sus aportes a las
matemáticas los había logrado porque se había subido sobre los hombros de
gigantes. El aprendizaje permite que el ser humano transcienda de una
generación a otra, aportando cada vez más al desarrollo y avance tecnológico.
Quitarle la
vida a una persona es una decisión económicamente irracional.
A quienes
se agobian por deudas basta con recordarles que mientras haya vida siempre habrá
posibilidad de generar un flujo de ingresos cuyo valor presente sea superior a
la deuda actual. Entender esa simple ecuación intertemporal les llevará a respetar
su vida y la de los demás.
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