El domingo pasado
sufrí una terrible pesadilla. Soñé que la República Dominicana volvía a ser
víctima de un comportamiento errático en el manejo de la política de impuestos
y de gastos públicos, que impactaba negativamente sobre el bienestar de la
gente.
En esa pesadilla se
estaban recreando los escenarios fiscales de años recientes, en particular el
desastre de las finanzas públicas registrado en el año 2012. Soñé que el gasto
público volvía a incrementarse en 40%, llevando el déficit a un nivel siete
veces superior al presupuestado.
La pesadilla cobró un
hiper realismo cuando observé a las empresas privadas disminuir sus inversiones
debido a que el gobierno, para financiar un déficit de 6.7% del PIB, absorbía
casi la totalidad del financiamiento adicional disponible. El efecto inmediato
fue la quiebra de negocios y el aumento de la tasa de desempleo.
La situación se agravó
cuando en la pesadilla comenzaron a subir los impuestos. El nuevo gobierno,
ante el desastre financiero heredado, no tuvo más opción que aumentar los
impuestos y reducir la inversión pública. Lamentablemente, esto provocó una
disminución del ritmo de crecimiento económico y peor calidad de vida para la
gente.
Afortunadamente,
desperté y me di cuenta de que había sido una pesadilla, provocada por aquellos
que piensan que a este país le agrada ser torturado por un manejo fiscal
irresponsable, cuyo resultado es el empobrecimiento de la mayoría del pueblo
dominicano.
Debemos trabajar para
que sea una simple pesadilla y jamás una realidad.