lunes, 18 de enero de 2010

Consideraciones de Moisés Naím sobre el terremoto de Haití

Haití: cinco consideraciones
El País
MOISÉS NAÍM 17/01/2010

2010 quedará en la memoria como el año más trágico en la historia de Haití. También será el año en que más dinero llegará a ese país. Es imposible ver las imágenes que nos llegan y no sentir una inmensa necesidad de ayudar. Millones de personas en todo el mundo así lo están haciendo, al igual que sus gobiernos. Si bien estas reacciones son normales —recordemos la masiva respuesta al tsunami en el océano Índico— en este caso la ayuda se ha visto aún más potenciada por las nuevas tecnologías.

Las imágenes nos estimulan a reaccionar y las nuevas tecnologías hacen muy fácil ayudar. Por Twitter circula el mensaje “Escribe HAITI y marca 90999 en tu móvil para donar 10 dólares a la Cruz Roja”. En pocas horas, un millón de personas en EE UU enviaron este texto, aportando así 10 millones de dólares que fueron cargados a sus cuentas telefónicas y transferidos a la Cruz Roja. Esta organización informa de que los fondos que está recibiendo para Haití superan a los de otras catástrofes. Los aportes de gobiernos, instituciones internacionales y empresas también han sido instantáneos y masivos. Dinero, medicinas, comida, maquinaria y personal especializado no van a faltar. Lo que va a faltar es la capacidad para usarlos eficazmente. Desgraciadamente, la experiencia demuestra que también decaerá la voluntad de la comunidad internacional para mantener el apoyo a Haití una vez que los muertos estén enterrados, los huérfanos desaparezcan de las pantallas de televisión y los periodistas se hayan ido a cubrir nuevas tragedias.

Y ésta es la segunda consideración: el dinero y la ayuda internacional son indispensables, pero no suficientes. Las toneladas de medicinas que se acumulan en el aeropuerto de Puerto Príncipe no sirven de mucho si no están conectadas a una red de distribución que las haga llegar a tiempo adonde hacen falta. Y esas redes de distribución no existen. El terremoto ha sido la estocada final a un sistema que ya había sido devastado por décadas de miseria, corrupción y desgobierno. Por eso, ayudar a Haití a tener la capacidad de ofrecerle los servicios básicos a su población —agua, electricidad, salud, policía, escuelas— es el verdadero reto post-terremoto. La reconstrucción de viviendas, escuelas, hospitales y oficinas de gobierno que se derrumbaron será difícil y costosa. Pero no tanto como la construcción de las instituciones que le den al país una mínima capacidad de funcionamiento.

La tercera consideración es que las organizaciones extranjeras que trabajan en Haití son a la vez beneficiosas y nocivas. Antes de esta última tragedia, la espantosa situación del país más pobre y disfuncional de las Américas ya lo había transformado en el destino prioritario para todo tipo de organizaciones no gubernamentales. David Brooks escribe en The New York Times que Haití es el país con más ONG per cápita en el mundo. Esto por supuesto es muy bueno. Lo malo es que no hay gobierno que las coordine y que la presencia de tantas entidades foráneas con más fondos, personal y capacidades que la propia administración local hacen aún más difícil la labor de gobernar. Un problema aún mayor es que no todas las organizaciones atraídas por el caos de Haití son instituciones benéficas. También han llegado los narcotraficantes. Haití se ha convertido en el lugar preferido para el transbordo de las drogas que van de los Andes a Estados Unidos. Algunos de los personajes que más influyen en la política y la economía haitianas residen en México y Colombia: son los capos de la droga. A ellos el terremoto no los ha afectado.

Cuarta consideración: Hay que ayudar a la República Dominicana. A veces los terremotos también producen tsunamis. Y el de Haití va a producir un tsunami de gente sobre la República Dominicana. Este país, más próspero y mejor gobernado que su vecino, es también muy pobre, y sus frágiles instituciones no son capaces de atender adecuadamente a la población. Inevitablemente, la catástrofe de Haití va a estimular aún más la emigración de haitianos a la República Dominicana, aumentando la presión social y las demandas sobre los ya desbordados servicios públicos. Descuidar a este país ahora puede empujarlo a una costosa crisis social y política.

La ultima consideración es que, a pesar de todo lo anterior, la comunidad internacional y los haitianos nos pueden dar una sorpresa. La comunidad internacional puede aprender de sus errores y aplicar las lecciones a lo que va a hacer en Haití. Los recursos, nunca suficientes, no serán tan escasos como lo han sido hasta ahora. Los haitianos y su dinámica diáspora pueden reconocer que esta tragedia ofrece una oportunidad única para cambiar la trayectoria de su país. Este escenario optimista es poco probable. Pero no es imposible.

Consecuencias económicas del terremoto de Haití

El terremoto que devastó Puerto Príncipe y zonas aledañas en Haití provocará consecuencias económicas para la República Dominicana. En el corto plazo podrían ser positivas. En el mediano plazo podrían ser negativas.

El terremoto destruyó la capacidad de Haití de suplir las necesidades básicas de su población. El flujo de abastecimiento de alimentos, incluyendo agua, colapsó. La capacidad de suplir servicios de salud y medicamentos es inexistente. No hay techos suficientes para dar albergue a los sobrevivientes. La capacidad de rescatar a las personas que quedaron atrapadas bajo los escombros es prácticamente nula. Los servicios de comunicación telefónica colapsaron. Los servicios de aeropuertos y puertos se redujeron sustancialmente. La seguridad interna se ha perdido totalmente. El Estado, incluyendo el Palacio de Gobierno, prácticamente desapareció.

La decisión inmediata de las principales naciones es la de ayudar al pueblo haitiano. La comunidad internacional e instituciones financieras –Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Banco Interamericano de Desarrollo-, aprobaron rápidamente más de 400 millones de dólares de ayuda para Haití. El presidente Barack Obama afirmó que Haití no será abandonado.

La ayuda incluye bienes y servicios que serán provistos por las empresas de los países donantes. Una parte de esa ayuda será canalizada a través del territorio dominicano. Los puertos, aeropuertos y carreteras nacionales serán las vías que se usarán para hacer llegar las donaciones a Haití. Asimismo, una parte de los bienes y servicios serán adquiridos en el país y, en consecuencia, suministrados por las empresas dominicanas. Esto producirá un aumento de la demanda que estimulará la economía nacional.

La ayuda también incluirá la reconstrucción de una parte de Puerto Príncipe. La comunidad internacional levantará algunos edificios indispensables para que el Estado Haitiano sea nuevamente operativo. Entre esa infraestructura básica se encuentran el edificio de las fuerzas militares extranjeras encargadas de la seguridad interna, el Palacio de Gobierno, el Congreso Nacional, los principales ministerios, hospitales públicos, escuelas, la cárcel y la universidad. En esa reconstrucción podrían participar empresas dominicanas, las cuales experimentarán una mejoría de su nivel de ingresos, beneficiándose el valor agregado de la economía dominicana, en particular la remuneración del capital. De ahí que pueda señalarse que en el corto plazo el terremoto beneficiará económicamente a la República Dominicana.

Con el paso del tiempo la ayuda internacional comenzará a reducirse. El objetivo de la comunidad internacional es colocar a Haití en una trayectoria por la cual pueda transitar por sí solo. El objetivo no es lograr su desarrollo sostenido. Tan pronto se recuperen los servicios básicos que colapsaron, Haití será dejado a su suerte. ¿Qué interés tendrán ahora los países avanzados por Haití que no tuvieron antes del terremoto?

Haití no es Alemania. Después de la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos e Inglaterra tenían el interés supremo de levantar un muro de contención al avance soviético mediante el desarrollo y modernización de Alemania. Por eso se aprobó el Plan Marshall para su reconstrucción y se creó un puente aéreo para abastecer a Berlín cuando los rusos levantaron el muro que enclaustró una parte de la capital. Y los alemanes, altamente capacitados, organizados, perseverantes, trabajadores y honrados, aprovecharon esos recursos para reconstruir la infraestructura que había sido destruida y, simultáneamente, crear fuentes de riqueza y de generación de empleo que promovieron el desarrollo sostenido del bienestar de su pueblo. Hoy Alemania es uno de los países más ricos del mundo.

El caso de Haití es diferente. Después que termine la ayuda internacional, el país continuará siendo pobre. Sin educación no hay desarrollo. Con esa ayuda no se habrá creado capacidad de generar empleo y riquezas más allá de los niveles existentes antes del terremoto. Es más, puedo afirmar que el nivel de ingreso per cápita de Haití será inferior al nivel registrado antes del fenómeno natural. Cabe recordar que ese ingreso es un 15% del ingreso promedio del dominicano.

El diferencial de ingresos entre la economía dominicana y la haitiana explica gran parte de los flujos migratorios entre ambas naciones. Dado que el terremoto ha provocado una disminución del ingreso de los haitianos relativo al de los dominicanos, habrá una mayor presión para que los haitianos emigren hacia el territorio dominicano.

Un aumento de la oferta de la mano de obra haitiana en la República Dominicana repercutirá negativamente sobre el salario promedio nacional. La evidencia empírica revela que los haitianos recién llegados están dispuestos a recibir un salario menor que el del mercado. Se ha estimado econométricamente que por cada 10% que se incrementa la mano de obra haitiana, el salario promedio –tanto de los dominicanos como de los haitianos que ya trabajan en el país- se reduce en un 3.7%. En adición, el mayor flujo migratorio elevará la demanda de servicios públicos (e.g., educación y salud), presionando el saldo de las finanzas públicas.

Esa evidencia sugiere que el terremoto de Haití estimulará los flujos migratorios hacia la República Dominicana, lo cual reducirá en el mediano plazo el salario promedio nacional y elevará el déficit público. En otras palabras, las consecuencias económicas de ese terremoto para el territorio dominicano, en el mediano plazo, serán negativas.